Medicina estética: una solución que evita tu paso por el quirófano
La Medicina Estética es una especialidad médica de hecho, que se la ubica entre la dermatología y la cirugía plástica. Aplica técnicas y conocimientos para la restauración, mantenimiento y promoción de la estética, la belleza y el bienestar.
No espera encontrar una enfermedad en la piel o sus anexos para tratarla, sino que ayuda a prevenir los daños ocasionados por el paso del tiempo y por los agentes externos, especialmente el sol, sin pasar por el quirófano.
Entre los principales procesos que trata la medicina estética cabe nombrar al envejecimiento cutáneo (facial y corporal) como el principal responsable de las preocupaciones femeninas y masculinas en estos tiempos.
El rejuvenecimiento de la piel se logra combinando técnicas, desde las no invasivas, como lo son el cuidado de la piel y la salud con un buen asesoramiento nutricional, hasta métodos invasivos mínimos, como lo son el Plasma rico en Plaquetas, los rellenos faciales, la aplicación de toxina botulínica, la utilización de aparatología de avanzada (luz pulsada intensa, radiofrecuencia y varios otros aparatos), etcétera.
Lograr la belleza que se busca, es encontrarse bien interior y exteriormente.
Contacto:
Domicilio Laboral: Avda. Rafael Núñez Nº 5930, X5000 Còrdoba capital (R.A.)
Italia Nº 852, X2421 Morteros - Provincia de Córdoba, R.A.
Tel: 54 03543 420794
E-mail: roxanalepore@hotmail.com
domingo, 21 de agosto de 2011
Antioxidantes en la dieta
INTRODUCCIÓN
Químicamente, los radicales libres son fragmentos moleculares que carecen de un electrón, por lo cual son muy inestables y reactivos, y para estabilizarse buscan hacer par con otro electrón. Para conseguirlo, no dudan en arrebatárselo a la fuente más cercana a fin de obtener su estabilidad correspondiente.
Entonces, la molécula atacada, al haberse quedado sin electrón, se convierte en un radical libre, iniciándose así una reacción en cadena que puede dañar a muchas células, en el caso que los antioxidantes no intervengan para neutralizar el daño producido.
De todas formas, los radicales libres no siempre causan efectos negativos. Nuestro organismo los produce de manera continua para llevar a cabo reacciones químicas tan esenciales como la transformación de oxígeno en energía, la lucha contra bacterias y virus, etc. y éstos son neutralizados fácilmente por nuestro cuerpo.
Así, cumplen un papel importante en el buen funcionamiento del organismo. El problema surge cuando se producen radicales libres en exceso y de manera descontrolada.
Aparte de generarse radicales libres en el interior del organismo, éstos también se producen mediante muchos mecanismos externos, como la contaminación ambiental o una alimentación inadecuada, de manera que cada célula soporta unos diez mil asaltos oxidantes cada día.
Afortunadamente, existen mecanismos de protección (antioxidantes) que poseen la propiedad de proporcionar a los radicales libres el electrón que éste necesita para convertirse en una molécula estable, transformándose en un radical libre no tóxico. Dentro de estos mecanismos de protección son muy importantes las vitaminas E y C.
Existen dos tipos de antioxidantes: los endógenos (sintetizados por nuestras células) y los exógenos (obtenidos a través de la alimentación).
Así, una alimentación rican en antioxidantes le facilita la tarea a nuestro organismo, evitando que se acelere el proceso de envejecimiento celular.
Sin embargo, en muchas ocasiones la producción de radicales libres es superior a la de sustancias antioxidantes, provocando una inestabilidad que puede acelerar el proceso de envejecimiento.
Este desequilibrio puede darse por la producción excesiva de agentes oxidantes reactivos, por limitadas defensas antioxidantes resultantes de una dieta deficitaria en nutrientes antioxidantes o debido a disfunciones crónicas como los sindromes de mala absorción.
Los agentes oxidantes reactivos se incrementan considerablemente por el calor, el estrés, la falta de ejercicio o el entrenamiento extenuante, la contaminación medioambiental, el cigarrillo, procesos inflamatorios, las radiaciones (entre ellas la luz solar), los productos químicos industriales, la mala alimentación, algunos medicamentos que modifican la capacidad del cuerpo para metabolizar el oxígeno, entre otros.
Cuando la producción de radicales libres es superior a la de sustancias antioxidantes se producen fenómenos como el estrés oxidativo, un cambio en el equilibrio entre prooxidantes y antioxidantes. El daño provocado por este desequilibrio señala al corazón y a los pulmones como los órganos más afectados, desde luego, no son los únicos.
Actualmente existe cierta evidencia que algunas enfermedades tan comunes como el cáncer, la arteroesclerosis, las cataratas y ciertos procesos fisiológicos como el envejecimiento, están en mayor o menor grado ligados al fenómeno de la oxidación celular mediada por radicales libres.
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Químicamente, los radicales libres son fragmentos moleculares que carecen de un electrón, por lo cual son muy inestables y reactivos, y para estabilizarse buscan hacer par con otro electrón. Para conseguirlo, no dudan en arrebatárselo a la fuente más cercana a fin de obtener su estabilidad correspondiente.
Entonces, la molécula atacada, al haberse quedado sin electrón, se convierte en un radical libre, iniciándose así una reacción en cadena que puede dañar a muchas células, en el caso que los antioxidantes no intervengan para neutralizar el daño producido.
De todas formas, los radicales libres no siempre causan efectos negativos. Nuestro organismo los produce de manera continua para llevar a cabo reacciones químicas tan esenciales como la transformación de oxígeno en energía, la lucha contra bacterias y virus, etc. y éstos son neutralizados fácilmente por nuestro cuerpo.
Así, cumplen un papel importante en el buen funcionamiento del organismo. El problema surge cuando se producen radicales libres en exceso y de manera descontrolada.
Aparte de generarse radicales libres en el interior del organismo, éstos también se producen mediante muchos mecanismos externos, como la contaminación ambiental o una alimentación inadecuada, de manera que cada célula soporta unos diez mil asaltos oxidantes cada día.
Afortunadamente, existen mecanismos de protección (antioxidantes) que poseen la propiedad de proporcionar a los radicales libres el electrón que éste necesita para convertirse en una molécula estable, transformándose en un radical libre no tóxico. Dentro de estos mecanismos de protección son muy importantes las vitaminas E y C.
Existen dos tipos de antioxidantes: los endógenos (sintetizados por nuestras células) y los exógenos (obtenidos a través de la alimentación).
Así, una alimentación rican en antioxidantes le facilita la tarea a nuestro organismo, evitando que se acelere el proceso de envejecimiento celular.
Sin embargo, en muchas ocasiones la producción de radicales libres es superior a la de sustancias antioxidantes, provocando una inestabilidad que puede acelerar el proceso de envejecimiento.
Este desequilibrio puede darse por la producción excesiva de agentes oxidantes reactivos, por limitadas defensas antioxidantes resultantes de una dieta deficitaria en nutrientes antioxidantes o debido a disfunciones crónicas como los sindromes de mala absorción.
Los agentes oxidantes reactivos se incrementan considerablemente por el calor, el estrés, la falta de ejercicio o el entrenamiento extenuante, la contaminación medioambiental, el cigarrillo, procesos inflamatorios, las radiaciones (entre ellas la luz solar), los productos químicos industriales, la mala alimentación, algunos medicamentos que modifican la capacidad del cuerpo para metabolizar el oxígeno, entre otros.
Cuando la producción de radicales libres es superior a la de sustancias antioxidantes se producen fenómenos como el estrés oxidativo, un cambio en el equilibrio entre prooxidantes y antioxidantes. El daño provocado por este desequilibrio señala al corazón y a los pulmones como los órganos más afectados, desde luego, no son los únicos.
Actualmente existe cierta evidencia que algunas enfermedades tan comunes como el cáncer, la arteroesclerosis, las cataratas y ciertos procesos fisiológicos como el envejecimiento, están en mayor o menor grado ligados al fenómeno de la oxidación celular mediada por radicales libres.
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